¡Hola a Todos! Acá de regreso con esto del blog. En esta ocasión quiero platicarles sobre mis experiencias con la cocina en Holanda. SIIIIII, ya sé que ya hablé anteriormente de la cocina holandesa, razón por la cual me llovió más de un tomate ante mi falta de "Cultura" y "ausencia de gusto" al encontrar un poco sin gracia la cocina holandesa, pero ni modo, ya lo dije y como siempre, me atengo a la consecuencia de mis actos. Pero NO, en ésta ocasión no voy a hablar de la comida holandesa, sino de la mía propia (y quizá también, la de una amiga mexicana con la que he compartido más de una aventura gastronómica).
Como cualquiera que emigra a un nuevo país (y hasta aquellos que emigran a una nueva zona dentro de su propio país, ¿por qué no?), se comienzan a experimentar nuevas degustaciones, comer cosas que antes, quizá, jamás se habían probado, así como nuevas maneras de preparar los mismos ingredientes.
Los primeros meses (ahora me pregunto si no llegó a más de un año), repetí el mantra de todo buen emigrante: "Al país que fueres haz lo que vieres" y como mi mariado es holandés, no me quedó otra que comer papas, muchas papas hervidas, porque ése es uno de los ingredientes principales de la cocina neerlandesa... Y comí como comen los holandeses, hasta que mi espíritu azteca (por no decir mi glotonería ranchera) me gritó desde lo más hondo de mi alma (¿o fue del estómago?): ¡Échale sabor o me pongo en huelga!
Cuando se está lejos, las nostalgias se convierten en una compañera constante, una que te susurra al oído cuán lejos estás de tus seres queridos o cuán lejos estás del terruño. Siii, hay nostalgias que triunfan y la nostalgia de la vitamina T, triunfó (Vitamina T por Tacos, Tostadas, Tortas, Tamales, Tlayudas, tlacoyos y todas las fritangas que con tanta facilidad se consiguen en el rancho que nos vio nacer).
Lo dije antes y lo repetiré siempre: No son las grandes cosas que vivías, las que te van a doler de estar lejos, sino las pequeñas, las cotidianas que ya no tendrás más, como la chopita (sopa) de mamá. El sazón que dan las manos que te vieron nacer y crecer, pero también, el sabor de la tierra en las verduras, la carne... Digo, ¡¡¡hasta los frijoles saben diferente!!! (Y eso que yo casi NI los comía cuando estaba en mi rancho).
Con el tiempo vas encontrando algunos ingredientes con los que se cocinaba en tu rancho, otros? Bueno, otros aprendes que, si los quieres, vas a tener que ir a las tiendas que venden productos extranjeros o de plano (Dios gracias a la tecnología), las comprarás vía internet (pagando por supuesto, la importación y el envío hasta la comodidad de tu casa). La última opción es pedir a la familia cuando llegan a visitarte (cada muerte de obispo o caída de casa) que te traigan una dotación de latas e ingredientes imposibles de encontrar en tu nuevo país.
¿Pero qué pasa cuando la verdad no eras, bueno, lo que se dice, la más dichada en la cocina (dígase que hasta el agua se te quemaba)? Bueno. ¡Buscas a la amiga que pueda hacerlo! O al menos fue lo que hizo mi amiga mexicana (¿Comprenderán que diga el pecado, más NO a la pecadora??? De otra forma me va a partir la cara la próxima vez que me vea), quien pueda cocinar lo propio de tu país y si tienes suerte, enseñarte a cocinar.
Hace años, muuuchos años llegó mi amiga de un pueblo al norte de México a Holanda, casada con holandés muuuuuuy ingenuo ¿Por qué ingenuo? Bueno, porque cuando se casó le consiguió libros y más libros de cocina, digo, hasta le trajo a Holanda ¡¡¡una prensa para hacer tortillas!!!! siii, esas de hierro forjado que duran, duran (y si te caen en un pie te lo fracturan), para que pudiera preparar sus propias tortillas. Así, un día, el muy tierno muchacho, le pidió a mi amiga que preparara unos huevos divorciados...
Huevos con problemas de pareja |
-¿Unos huevos queeeeeeeéééééé???- Fue el grito que mi amiga dio – ¿Y esos cómo demonios son?- Lo dijo entonces y lo volvió a decir cuando me contó en medio de carcajadas la inocencia de su marido holandés. Y casi 15 años después, seguía la ignorancia de mi amiga al respecto.
Para no dejarlos con la duda (en caso de que la tuvieran, claro está) los huevos divorciados no son los que ya no viven juntos y tienen su propio abogado. Sino los huevos fritos que se sirven sobre unas tortillas fritas y frijoles negros refritos DIVIDIENDO los huevos. Uno de los huevos es bañado con salsa roja y el otro con salsa verde...
Verdaderos Huevos Divorciados |
- ¡Creía que YOOOOO sabía cocinar!- Me contó mi amiga a las carcajadas, su marido atrás reía ante su ingenuidad- ¿Cómo la ves???-
Yo, que ya sé su ignorancia culinaria, muy solemne vi a su marido y le dije – Mijo, ¿qué no te diste cuenta que las mujeres solteras, en el norte de México, NO sabemos cocinar?- Ok, ok, ok HAY las que saben cocinar (y muy rico), pero me temo que ésa no es la regla, sino más bien la excepción - Aprenden a cocinar una vez que se casan y en la mayoría de los casos, alguien pagará las consecuencias- o la comida preparada, claro está. Así, el pobre comprendía su grave error, mientras mi amiga levantaba las manos en signo de "¿Ves????"
Tiempo atrás posteé sobre una amiga que casi se destripa al tratar de partir un aguacate cuando preparaba un guacamole... Bueno, es la misma. Sólo que ahora ha ido adquiriendo más curiosidad y deseos por experimentar la comida típica Mexicana. Se preguntarán por qué vengo a contarles sobre la muchacha en cuestión...
Bueno, hace unas semanas me dice muy decidida:
-¡Vamos a hacer un pozole!- Yo sólo levanté la ceja, digo, ya sé lo que significa su "Vamos": ella consigue los ingredientes y asiste, mientras Yo termino revisando el recetario familiar (dígase el internet) para ver que sí sé hacer la receta o para aprender cómo se arma el asunto y luego hacer TODO el mambo-Jambo.
Debo aclarar que hace años que no comía pozole, por lo que de sólo oír el nombre, el sabor de éste vino a mi boca y la saliva se escurrió cual perro corriente... No podía decir NO.
-¡POZOLE! - Sólo atiné a decir. Recordé nuestros intentos de tamales, la cochinita pibil y la ahumada que me dí al tratar de encender el carbón para la carne asada (aún después de bañarme varias veces, el cabello se me apestó a humo por varios días) - Está bien, juntaremos fuerzas y así si sale.
Como ya dije al inicio, uno de los principales problemas de querer cocinar la comida típica de tu país, es tener los ingredientes y me temo que los chiles, en Holanda es un elemento MUY especializado. Hay que recurrir al bajo mundo (otros mexicanos que ponen sus tiendas on-line) para encontrarlos. Mi amiga tenía unos chiles anchos muuuuuyyyy viejitos (creo que su madre se los dio hace años, cuando aún la dulce señora creía que mi amiga cocinaría), yo, por mi parte, tenía de mi dotación secreta que traje cuando la última vez que fui a México.
Y si, los chiles (y en específico el chipotle, en mi caso) son como el oro molido: invaluable. Tanto que prácticamente lo escondes debajo de la cama para evitar que alguien te los vaya a robar. Digo, el año pasado vino mi tía a Europa y lo único que pedí fueron latas de chiles chipotles. Otra amiga escuchó que me los habían traído y muy tierna me dijo:
-Ayyy Alba, ¿Me das unos chilitos?- Me vio con tremendos ojitos de ilusión, que casi me convencían.
- ¿Darte de mis chilitos????- Ayyyy, esos ojitos rogones- ¡¡¡Nahhhh!!! ¡Mejor te doy a mi marido!- Aunque sus ojos casi me convencieron... CASI y defendí mi dote de latitas, que esperan algún evento importante para darle sabor a caldo.
!Defendiendo mis chipotles! |
Pero si quería pozole, habría que hacer un sacrificio, uno grande que hablaba de amor y entrega: Usar MIS chiles... ¡Ggrrrr eso no me iba gustando!!! Pero bueno... era POZOLE, por lo que hubo que aflojar.
Otro de los ingredientes problemáticos, que hacen el pozole casi imposible de hacerse por estos lares, es el maíz nixtamalizado (hervido en cal para quitarle la cascarilla). Antes de que me digan ¡¡¡AYYYYYY si tu puedes hacerlo!!!! ¡¡¡OL-VÍ-DEN-LO!!! Mis conocimientos culinarios (sin mencionar mi falta de deseos de hacerlo), me prohíben hacer tales faenas (!Allí sí que soy prófuga del metate!).
- No te preocupes, tengo dos latas de maíz, ¿Serán suficientes?-
-Pues más le vale, porque yo no voy a hacerlo y pedirlo por internet significa que tardará días en llegar.- Así estuvo decidido, se haría pozole con lo que hubiese (y como se pudiese)
- Para ahorrar tiempo, pon a hervir la carne, así se va a tardar menos- le dije a mi amiga y después le expliqué cómo, así como los ingredientes necesarios.
DOS horas después de darle las indicaciones lo más claras posibles, suena mi teléfono... Era ella, para preguntar qué carne compraba
- ¡¡¡MIJA!!! ¿Le preguntas a una descendiente de michoacanos que tenían granja de puercos??? Pues puerco, ¡claro está!- Mi amiga muy entendida, dijo entender y colgó.
15 minutos más tarde volvió a llamar para preguntar ¿qué parte del puerco? Y de allí, mientras estaba frente al carnicero del mercado sobre-ruedas se puso a tomar fotos y a enviarlas para que yo aprobara la elección.
- !Tiene patas de puerco! !Y Cabeza!- Gritó al teléfono de pronto
¡Como me imaginé al carnicero! |
- Mujer, no seas grosera, el carnicero podrá no estar guapo, pero no seas criticona- Digo, quizá el tipo no entendería lo que ella dijo, pero me parecía de mal gusto sus comentarios.
- ¡Suata!- Escuché del otro lado del teléfono (para quien no sepa, en el norte de México eso significa tonta, boba) - que tiene patitas y cabeza de puerco a la venta.
- Ayyyyy ¡¡¡pídete cabeza para el pozole!!!!- El instinto michoacano gritó desde el fondo de mi alma, digo, en casa de mis abuelos decían que lo único que no se usa del puerco... es el chillido (¡Y yo supe que fue usado en una película de ciencia ficción para simular dinosaurios!)
- ¡¡¡Argggg!!! ¡Olvídalo! Yo no quiero ver un ojo flotando en mi plato- Y no hubo forma de convencerla, además de que realmente NO tenía la cabeza allí, había que pedirla con tiempo, para que te la llevaran.
Por cuestiones de fuerza mayor (falta de tiempo y exceso de compromisos), la carne (y por tal el pozole) tuvieron que esperar un par de días... Al fin de semana.
Al llegar yo a su casa, ni lenta, ni perezosa, nos pusimos a cocinar (dígase que YO lo hice, mientras ella me traía una cerveza fría). Fui explicando cómo freír y moler los chiles para hacer la pasta de 3 chiles que se agregaría al pozole. De pronto, le pregunto
- Oye mujer, ¿la carne?- Y muy sonriente me da una bolsa grande y dentro había dos chamorros de puerco, pero nada de líquido - ¿Y el caldo?- Yo esperaba que sacara algunos botes del refrigerador, pero comencé a dudar cuando vi que su ceja se alzaba en señal de confusión.
- ¿Caldo?- Me miró como si le hubiese pedido sangre de lagartijas o algún otro ingrediente exótico
- Siiiiií, el caldo de la carne- Algo me decía que las cosas no estaban bien- el líquido en el que la carne fue hervido, esa agüita que evita que la carne se queme-
- Ahhh, ¿ése? -Por fin vi que iba entendiendo lo que le pedía y orgullosa me dijo- ¡Ese lo tiré!
- ¿Que hiciste QUEEEEEEÉ?????- Los ojos casi se me salían de la impresión
- Sí, hoy en la mañana lo hice, porque olía mucho a ajo- Soltó una risita nerviosa al ver cómo me iba acercando a ella ante mi incredulidad- Estaba muy concentrado...
- ¡¡¡Te mato!!!- Fue lo único que atiné a decirle, mientras escuchaba más y más sus risitas, signo inequívoco de que estaba nerviosa, muy nerviosa – ¡Pero si el pozole no es NADA sin el caldo!
- ¿En serio?- ¿No les dije que la chamaca no es muy ducha en la cocina?
Pues nada, tuve que volver a poner a hervir los huesos de la carne para ver si podía sacarles ALGO de sabor... Al final, el pozole pudo estar listo... horas después.
-Mujer- Le dije algo seria - ¿Cómo le vamos a hacer con tus hijos?- Y mi amiga me vio con ojos de incomprensión - A ti y a mí nos gusta el pozole, porque lo hemos comido muchas veces en el pasado, pero tus hijos NO, ellos son holandeses y la verdad es que el aspecto NO ayuda.
- Eso si- Las dos veíamos con harto amor nuestro pozolito, sufriendo ante el posible rechazo de los chamacos- Pues les decimos que es sopa Mexicana.- Y como todavía están chiquitos, no cuestionaron mucho la explicación de mi amiga
Al final, mi marido y sus hijos se relamieron los bigotes como gatos panzones después de terminarse sus platos. ¡El pozole había sido un éxito!