Amesfoort. Alba Salgado |
Comenzaré las experiencias de esta mexicana en Holanda con algo de los más común en este país: La bicicleta.
Jamás he sido una persona deportista (lamentablemente mi cuerpo muestra, sin lugar a dudas, este defecto), pero en alguna época de mi vida sí que me divertía horas enteras dándole a los pedales de la bicicleta, cuando era niña...
Eso fue cuando los dinosaurios aún dominaban la tierra y había que huir rápidamente de ellos, pero bueno.
Hasta la fecha yo fui una de las tantas personas que jamás puso en duda el bendito dicho de que "Hay cosas en la vida que siempre se recuerdan, como andar en bicicleta". Ahora pienso que a quien dijo semejante disparate, deberían darle una patada donde la espalda se encuentra con las piernas y pierde su honroso nombre. ya verán por qué...
Mi marido, cuando yo apenas tenía unas semanas de haber llegado a este país, de buena intención quería mostrarme los alrededores de donde ahora vivo, para lo cual ocurriósele la brillante idea de prestarme su bicicleta. Digo, algo más común y usado para desplazarse aquí, no hay. Todos o casi todos, poseen al menos, una bicicleta y mi marido no es la excepción.
Para que puedan hacerse una idea de cómo es, debo decir el apodo que le puse: La matraca (Wikipedia diría: instrumento de madera que suena cuando se hace girar), al cual hace buen honor. Creo que la bendita perteneció a su padre (o cuando menos así parece), hace más de 40 años atrás, está bastante oxidada y cuando uno anda en ella, todo le suena... menos la campanilla.
Cuando la vi, puse ojos de pulga y simplemente dije: ¿En verdad quieres que me suba a eso? Al ver su cara de incomprensión, regresaron mis ojos a La Matraca, con la misma incredulidad con los que había visto a mi marido. El problema no era lo oxidada, porque pensé que de tan sólo tocarla iba a necesitar ponerme la vacuna antitetánica. Tampoco el que la bici es para caballero (como dije, era del padre), por lo que su cuadro es recto (no con espacio al medio como el de las mujeres), significando que para montarla, es necesario echar la pierna al vuelo, cual si se tratara de un caballo.
Mi problema fue la altura. Y miren que no soy bajita de estatura (mido 1.70 mts), pude llegar a ser más alta, pero la naturaleza dijo allí te quedas y la verdad, me parece una estatura bastante cómoda. La bicicleta me llegaba por arriba de la cintura y el sistema de frenos es de contrapedaleo, es decir de echar los pedales para atrás en caso de desear frenar y no con freno de almohadillas en las llantas, controlado por las manos, que es el sistema al que estoy acostumbrada. La bicicleta es, en pocas palabras: Rústica.
En ese momento me imaginé que mi suegro (a quien aún no conocía aún) debía medir 2 metros de altura o algo así, ya que realmente me pareció enorme. Sin embargo, ya una vez que presté atención a los otros, me di cuenta que esa es la costumbre, bicicletas bastante altas, en las cuales se va prácticamente de pie y no como las de montaña (a las que yo estaba acostumbrada).
Leiden. Alba Salgado |
Así, para darme valor, me recordé el viejo dicho: "Hay cosas en la vida que nunca se olvidan, como andar en bicicleta".
Qué dijeron?Pues si?... Pues no!
Primero, para controlar la bicicleta, fue una proeza, porque ya había perdido la costumbre de andar en éstas, no entiendo cómo no terminé debajo de las llantas de algún automóvil. Porque la pobre se meneaba para todos lados debido a mi falta de pericia. Muy en serio me pregunté la posibilidad de agregarle llantitas de aprendizaje, a lo que mi marido se negó rotundamente (ok, ok, lo de las llantitas QUIZÁ era demasiado).
Después, mi marido tuvo que alcanzarme a toda velocidad, ya que por ningún motivo iba a frenar. Digo, ya había logrado avanzar sin parecer que estaba totalmente borracha, en ese momento no comprendí cómo andaba, siendo niña, tan quitada de la pena en una bici y comprendí menos que, en caso de ser necesario, yo podía frenar a contrapedaleo (la primera bicicleta que tuve tenía ese sistema, pero estamos hablando de más de 25 años atrás), simplemente no lo entiendo. Ya que en caso de caer, subirse era como ver a los apaches trepar a pelo en sus caballos. No, si mi marido quería, debía alcanzarme (con su bicicleta de carreras no debió ser mucho problema, creo).
Cuál vino a ser mi sorpresa cuando llegamos a un cruce de avenida con semáforo en rojo... Oh cielos! Me gustara o no, había que frenar y lo como Dios me dio a entender, lo hice. Estaba feliz porque no había ninguna persona cerca... Si? Pues el gusto me duró muy poco. Uno a uno se fueron congregando las personas a mi alrededor, todos esperando la lucecita verde (Sí, acá se respeta bastante lo del semáforo) y como es un crucero importante, el grupo fue considerable.
De pronto, Luz verde. ¡Vamos mujer! ¡Vamos!¡Tu puedes! Brinca a la bici e intenta no matarte o matar a alguien... Si es posible.
Eso es lo último que recuerdo. De pronto, la bicicleta fue poseída por quién sabe qué demonio, por lo que, sin la menor advertencia, el manubrio giró hacia la izquierda (no estoy segura a qué lado, pero de que giró sin yo pedirlo, giró) y mientras pedaleaba entre la gente, la bicicleta hizo una rápida vuelta en U, estilo película "Rápido y Furioso" (casi casi con quemada de llanta y toda la cosa), sin que yo o los demás cayeran, alejándome del entronque a toda velocidad, pero no hacia donde yo quería...
Estacionamiento de bicicletas en Amsterdam. Alba Salgado |
Mi marido se encontró de pronto abandonado por mi, volteando a todos lados hasta encontrarme lejos del entronque en medio de carcajadas, rumbo a otro pueblo.
-¡No mujer! Ese no es el rumbo.¿A dónde vas?
Otro montón de carcajadas, por lo que no podía ni responder, ni parar, ni darle vuelta a la bicicleta.
Después de una serie de intentos y fracasos nada elegantes, pude dominar la bici lo suficiente como para cruzar la avenida y remontar las callecitas del pueblo al que íbamos. Lo había logrado, bueno, algo así, porque en cuanto alguien se atravesaba en el camino, comenzaba a gritar en español y a veces en inglés (con el miedo apenas sí recordaba mi idioma, menos los ajenos), que se quitaran de enfrente.
Tiempo después, compramos una bicicleta de segunda mano (de Marktplaats luego hablaré), bastante barata. Más a mi tamaño y según una amiga holandesa que sabe un poco al respecto, del tipo sport.
Si, ríanse lo que quieran, pero cuando le platiqué a otra mexicana lo alto que me parecían las bicicletas, ella me comentó que se tuvo que comprar una bicicleta para NIÑA, ya que como les dije, las otras eran gigantes para ella.
Las bicicletas acá no son grandes, sino enormes. Si, si ya sé que vienen en diferentes tamaños y colores, pero lo que digo es en serio. Acá las bicis, parecen de panadero (recuerden las películas de Tintán para que se hagan una idea). Con la matraca (la bicicleta de mi marido), para comenzar a pedalearle hay que agarrar impulso primero para subirse, y en caso de tener que detenerse, jamás podría estar a horcajadas, sin conocerla biblicamente.
De allí vino la pregunta:
-Todos pasan por este proceso?
Pues bueno, no (Al menos a la mayoría de los holandeses). Una vez, con una compañera de clases comentábamos que los holandeses, antes si quiera de aprender a caminar, ya se han subido a una bicicleta. No, no soy exagerada, aunque ustedes lo piensen. Lo que pasa es que los holandeses que tienen hijos (y bicicleta, claro está), ponen los asientos especiales para bebé. Algunos ubican la silla sobre el manubrio de la bicicleta y muchos más van detrás del conductor, cosa que me parece menos estresante para el chamaco, tanto que varias veces los he visto cual títere que le cortaron las cuerdas, dormido a sus anchas mientras la pobre madre va pedaléandole con singular alegría.
Yo no estoy segura si llevaría un bebé en la bicicleta, digo, con lo torpe que soy, ambos podríamos terminar despatarrados en el suelo porque yo no doblé correctamente a la esquina. Y miren que con mi sobrino jamás fui sobreprotectora, sino un cafre al volante de los carritos del supermercado.
En cuanto el niño está en edad de pedalearle por su propia cuenta, allí se le ve junto a la gigantesca bicicleta del orgulloso padre, con sol, lluvia y hasta con nieve. Y después, irá por su cuenta (o con los amigos) en su propia bicicleta, incluso a media noche con tremenda juerga encima.
Recuerdo que cuando era niña (otra vez, recordemos la era de los dinosaurios), una especie de burla era decirle al contrincante: Tu abuelita en bicicleta... ¡Vaya que eso molestaba!Pues bueno, esta frase no tiene nada de especial acá, al punto que no tiene sentido, si pensamos que mi suegra a sus 81 años de edad prefiere más su bicicleta que el carro (ok, a menos que deba cargar cosas muy pesadas o viajes largos). Y la señora es abuela de más de 7.
Holanda, como dicen en mi tierra: ¡es un pueblo bicicletero! Y se sienten orgullosos de ello (y bueno, por qué no?):
Las calles tienen un espacio reservado para transitar en bicicleta , en un muy identificable suelo color rojo y/o una dibujo de una bicicleta en el suelo. En la mayoría de las calles, la bicicleta lleva la preferencia de paso, por lo que a veces se ve en la calle una fila de 3 o 4 carros detrás de alguien yendo plácidamente en su bicicleta.
Para los viajes más largos, hasta los trenes tienen vagones en los que se puede uno subir con ellas (previo pago extra y en ciertos horarios, claro está) ó uno puede comprar bicicletas plegables, con las que no es necesario pagar la cuota extra, ya que son consideradas como simple equipaje (eso si, son más caras que las bicis normales). A partir de las estaciones de trenes, todo está aproximadamente a 10 o 15 minutos con la bicicleta.
Ya quisiera uno tener la mitad de las facilidades en México, lamentablemente la única facilidad que te dan es la de morir bajo las llantas de alguien que considera "divertido" aventarte la camioneta o "cómodo" dejar su carro tapando la banqueta donde transitas...
Acá ya salgo sin peligro de matar a alguien (o matarme) con la bicicleta, cuando el tiempo lo permite, salgo un rato a recorrer los alrededores, tomar fotos y disfrutar los paisajes...
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