jueves, 16 de enero de 2014

Yo de aquí te veo...

   Antes de comenzar con el post, ofrezco mis disculpas por tanta tardanza, pero esto de las fiestas, fin de año y demás, a veces no deja mucho espacio para publicar (cuanti menos escribir), sin mencionar tremenda contractura de músculos que me cargué hace unos días (y que me volvió menos que imposible sentarme a escribir frente a la computadora)... En fin, aquí estoy de nuevo y aunque el tema está un poquito viejo, bueno, aquí está:

Otra vez... Fin de año. Nuevamente comienzan los recuentos,los saldos a favor, los saldos rojos (ohh si, nunca faltan los hubiera; pero como dicen en mi rancho: Los hubiera son sinónimo de ya te fregaste). Así que uno apechuga (se aguanta) y sigue adelante.
   En las tiendas (cuando menos en mi Méxiquito precioso), los artículos navideños hacen su aparición desde agosto. Para que la gente tenga tiempo para apartar y pagar en plazos sus regalos, arbolitos navideños, etc, etc. Lo que no quita que sea un tanto extremoso , ya que estás en pleno verano a 40 grados y ves el muñecote de nieve (ok, de plástico inflable). Créanme, se te antoja que sea de verdad y te lances de cabeza cual Fernando Platas (medallita mexicano de clavados), aunque en este caso, simplemente reborarías o de plano, te pasarías a reventar el bendito monito (y por consecuencia, pagarlo, claro está).
   Sabes que estás en la recta final de la navidad y el año nuevo cuando comienzan a tocar los villancicos en los supermercados... Ohhhh Blanca Navidad, sueñan... (Emmm ¿blanca? ¿En Sinaloa? Ok, ok, ok, se puede, pero no por nieve). Y luego los villancicos en rondalla... Ayyy dolor de cabeza!!!
   Lo siento, sé que sueno al grinch, pero es que REALMENTE no me gustan, menos con voces tan agudas y en muchas ocasiones, uno del montón está absoluta y terriblemente desafinado. Pero me guste o no, cada año viene la navi-señal: villancicos.
   En Holanda, como mencioné en el post de Tradiciones de Racismo te das cuenta del cierre del año con la noche de las linternas (Sint Marteen), dos semanas después... allí viene Sinterklass con sus negritos, todos llamados Pedro. Sea racista o no la situación, este año se repitió, montones de Pedros anduvieron por las calles, el desfile de San Nicolás se dío (le guste o no a la ONU) y las monedas de chocolate, así como los pepernoten (galletas típicas de la temporada) regresaron a nosotros.

-¿No te parece que es demasiado temprano??- Fue el comentario de uno de mis compañeros de trabajo  (holandés) al escuchar que otro silbaba "Dulce Navidad" (O Jingle bells, si no recuerdan a cuál me refiero)
-Que no, que no, que es demasiado temprano- Fue lo que alcancé a oir de dos compañeros de trabajo.
-¿Y como cuándo se puede?- Preguntó un tercero
- A partir del 6 de diciembre, ya que Sinterklass ha pasado...
- Antes no se puede...
   Uyyy si supiera que en mi familia, la tradición es poner el arbolito navideño el 20 de noviembre . Si, leyeron bien, Noviembre. Y es que he de explicar que todo comenzó mientras veíamos por televisión el desfile del 20 de noviembre (Que en México se celebra el inicio de la revolución Mexicana), cuando estábamos, bueno, increíblemente aburridos (ok, el desfile no es precisamente como ver el carnaval de Brasil), por lo que de pronto preguntamos a mi madre si podíamos hacerlo (poner el arbolito navideño, no un carnaval al estilo Brasil). Así, bajo el riesgo de que cuatro chamacos le quemaran la casa (créanme cuando les digo que los Salgado son peligrosos cuando están de ociosos), mi madre enfocó nuestra atención en poner esferitas, luces navideñas y buscar los adornos que había que colgarle.
   Mi primer año viviendo en Holanda me sorprendió que los supermercados no comenzaran antes con los villancicos o cuando menos canciones con temas que hablen de navidad (como John Lennon, George Michael o últimamente Michael Bouble). Fue una Navidad blanca, que comenzó muy temprano (comenzó a nevar en mi rancho el 20 de noviembre del 2010) y que fue algo así como la novatada contra mi (recuerden que vengo de un rancho de lo más caluroso).
   Como en años anteriores la diferencia de tradiciones respecto al arbolito causó más fricciones que momentos agradables, decidimos comprar un arbolito artificial, así podía ponerlo en el momento que se me antojara (Y créanme cuando les digo que me acordé el 20 de noviembre, pero se me hizo que los holandeses todavía no están listos para tanto locura de mi parte).
   Este año, mi marido bajó el arbolito del ático (donde estuvo guardado este año), acompañado de dos cajas llenas de cuanta tarugada les guste: Lucecitas, esferas de diversos tamaños, ganchos para colgar, el nacimiento... etc, etc.
   Detrás de la caja veía los ojos traviesos de mi marido:
- ¿Lo ponemos?- Y de pronto me recordó cuando mi sobrinazo estaba pequeño. Una vez llegó en pleno agosto pidiendo que pusiéramos el arbolito, con una mirada que haría al Gato con Botas de la película de Shrek verse como un malvado...
   Me sentí la tía más malvada del mundo, pero tener el arbolito navideño quizá era, cómo decirlo, un "poquito" temprano, demasiado... quizá.
- Está bien, está bien, vamos a ponerlo... - Ayyyyyy, pero si como dice la canción: "Y ése fue mi error, y ése fue mi error". Porque para que sepan rápido (y no echar tanto argüende), terminé SOLA, poniendo el fregado árbol, hecha nudo con las lucecitas y cual alfiletero de remendadora por los ganchos de las esferitas, mientras trataba con todas mis fuerzas, de no maldecir (me parecía una tremenda herejía hacerlo en navidad, ¿no creen?).
   Pero bueno, debo ser sincera y decir que no sólo hubo las ganas de aventarle las esferitas navideñas a mi marido (las de plástico, claro está, las otras ¡JAMÁS!!! Digo, se rompen y luego te quedas con juegos incompletos). También vinieron a mi los recuerdos de todas las veces que puse el arbolito junto con mi madre... al punto que comencé a tener una discusión con ella.
   Como lo leen, tuve tremenda plática con mi madre, quien está a más de 10 mil kilómetros de distancia, así, sin uso de teléfonos o del internet. No, señores y señoras, no estoy loca... o bueno, Sí, si lo estoy, pero no como ustedes de seguro se lo están imaginando en estos momentos (o al menos así lo espero), dejen les explico:
   Cuando se está lejos del rancho donde pegaste el primer grito de batalla (dígase, naciste), los recuerdos de las navidades (y cualquier otra festividad) pueden volverse momentos dolorosos (por la añoranza, el arrepentimiento por las cosas que no apreciaste, no hiciste o no aprendiste, porque creías que seguirías junto a los tuyos todo el tiempo), pero también, si sabes hacerlo, son momentos dulces y reconfortantes para el alma.
   Y como me decían en la maestría humanista: La felicidad no es suerte, es una actitud. Por lo que, convertí mis recuerdos en una conversación con mi madre. Cosa que disfrute increíblemente, llegando a sentir cierto calor navideño (sip, lo admito, soy una Grinch), que hace rato no sentía.

   Resulta que el arbolito navideño que compramos (de segunda mano, ya que la crisis acá no ayuda mucho), tiene el mismo sistema al que mi madre tiene, de esos en que vas poniendo ramita por ramita alrededor de la rama principal.

   Así, estaba sentada en el suelo, viendo el tronco principal cual si fuera un extraterrestre que acababa de aparecer a la mitad de mi sala... ¿Qué era lo primero por hacer???? Eso pasa por no haber puesto atención las 800 veces que ayudé a mi madre en el pasado.
Mi clase de errores
-Primero se ponen las patas Alba!- Escuché en mi cabeza toooodas las veces que mi madre me fue dando las órdenes.
-Ayyy ma! Es que no puedo poner bien estas cochinadas... - Y como llevando la contraria a MI lógica, las patas entraban donde debían y como debían ir- Ok, ya está, ahora a poner las ramas
-Y no piensas darle cuando menos un trapazo???- Ayyy mi madre y sus loqueras de limpieza.
- Mamá, si se la ha pasado todo el bendito año en bolsas, dentro de una caja, en el ático y está limpio!!!- EN serio, a veces mi madre me exaspera, más cuando trato de zafarme del trabajo que sé debo hacer.
- ¡Aún así! digo, es navidad y no vas a poner un arbolito todo cochino, verdad??- Grrrrr, lo sabía, no iba a caer en mi argumentación. Digo, ¿por qué las mamás tienen algo así como un detector de mentiras integrado, más aún cuando se trata de evadir trabajo? Pues nada a trabajar.
- Ok, ok, ok, - Digo, ¿qué más podía decir si sabía que tenía razón?- ¡Ya lo estoy limpiando!- No debía maldecir, así que restregaba las ramitas con un poco más de fuerza de la necesaria.
-¿Que dices???- La mirada de mi marido era de preocupación, seguro creía que su esposa había perdido total y absolutamente la razón (¡Ahora si!).
-Ahhh, es que estoy platicando con mi mamá- Dije descuidada, sin dar toda la explicación del arbolito.
-Qué bueno, me la saludas- Y tomó unas de la bolsa con ramitas y me las dio para que las pusiera en el arbolito
- De hecho, dice mi madre que si tu tampoco vas a darle cuando menos una limpiadita con el trapo?- Mi mirada era de quien ya había pasado por esa discusión.
- ¡Pero si estuvo todo el año en bolsas!
-Eso es lo que le dije, pero me contestó que no importa, que lo limpiemos.
-Ok, pero sólo porque ella insiste, ¿ok?
   ¡¡Grandioso!! ¡¡¡Mi mamá posee wifi integrada y GPS en la cabeza! Y ha demostrado que era cierto lo que tantas veces me dijo cuando era niña y le decía que me daba miedo ir sola al baño a la mitad de la noche. Ella simplemente me decía: "Tu ve, yo de aquí te miro". Ahora, a diez mil kilómetros de distancia y más de 35 años después, me vengo a dar cuenta de que era cierto, cuando menos, en mi mente.
   Tan pronto el arbolito estuvo puesto (bajo la supervisión y consejos de mi madre, claro está), llegó el momento de "luchar" contra las luces.

   Si, el año anterior las puse en orden, en su empaque original y con harto cuidado, pero parece que siempre hay un fantasma que ataca y deja todo lo que con tanto esfuerzo acomodaste, peor que vaquita lazada por un principiante... cuerda por todos lados, ¿pero las puntas? ¡Sólo Dios sabe!
   Y aún cuando se vena en orden, éstas parecen cobrar vida y deciden atacarte cuando menos lo esperas (precisamente cuando estás haciendo malabares para ponerlas sin caer despatarrada sobre el bendito arbolito)....¡Maldi....!!! No mujer! ¡Cómo vas a maldecir mientras pones el arbolito? Así que apechugo y sigo adelante.
- Oye, ¿me pasas las esferitas que ....????- Y mi voz se fue apagando cuando me vengo a dar cuenta que uno de mis asistentes (de hecho, el único), ha desertado a la batalla contra las luces y el arbolito. -Ah que rejijo de...- NOP, nada de maldiciones, menos contra mi suegrita. Apechuga Alba, apechuga.- Serenidad y paciencia!- Y con toda la integridad que puedo, recito una y otra vez el lema de Kalimán.- ¡Serenidad y Paciencia!
   Una esferita aquí, otra allá... Ayyyy cómo odio saber sobre diseño, composición e imagen, porque pongo una esferita y luego la quito, no, no hay equilibrio en esta composición- Acá está mejor- Nop, desequilibra la siguiente área, además, ya se cayó el gancho con el que se puede colgar.
- Oye, se ve bonito- El muy canijo ha vuelto, pero mantiene una distancia de seguridad para que no lo ponga a trabajar.
- ¿Te parece?- Yo miro mi obra sin estar muy convencida
- Claro, además, desde fuera ni quien se dé cuenta de ese espacio que dejaste en este lado- Señala sonriente el hueco en mi decoración.
   Y cual pulpo que ve cerca la almeja, salto repentinamente para agarrarle la mano con la que con tanto orgullo señala.
-Ahhh, que bueno que te das cuenta, así me ayudas, ándale, toma ésta esferita y colócala- Y antes de que pueda reaccionar, yo comienzo a poner distancia. Ahora el "encargado" del arbolito es él, quien me mira con ojos de"eres traicionera".
-Pero, pero... ¿dónde quieres que la ponga?
- Donde se te ocurra, digo, es un arbolito de navidad, TODO vale.- Tomo la siguiente esferita y se la ofrezco- ándale, apúrate- Digo, tengo que vengarme que me dejó solita con el paquete.
   Pero dejando de lado mis dilemas de diseño, cada esferita, cada adorno me trae recuerdos de todas y cada una de las navidades pasadas, mi familia se va acomodando en mi sala para platicar y reír conmigo, como lo hicimos antes, como lo hacemos ahora.
   Recuerdo algunos adornos que mi madre ponía cada año y que yo hice cuando estaba en el Jardín de niños (allá cuando los dinosaurios poblaban aún la tierra), las esferitas en forma de campanitas que se pusieron de moda hace unos 40 años, así como las luchas con las extensiones que SIEMPRE fallaban y que te hacían revisar lucecita por lucecita, para darte cuenta que la última en la extensión, era la culpable de todo el apagón.
   Las festividades de fin de año, para aquellos que estamos lejos del terruño ( Y también para aquellos  seres queridos que dejamos allá), pueden volverse una razón para deprimirte y sentir añoranza o quizá, sólo quizá, puedes volverlas un momento para ser feliz y disfrutar, casi a radio control, con tus seres queridos.
   Y bueno, los días de Navidad, año nuevo y hoy, Reyes han quedado atrás, unos celebrados, otros no tanto como uno acostumbra en sus tierras. Llegó el momento de quitar el arbolito, porque en nuestro rancho la tradición plantea que el arbolito se queda hasta el día de los Reyes Magos, cosa que rara vez se ve en estas tierras, al punto de que he visto los cadáveres de los arbolitos, botados en la basura (a veces simplemente en el jardín frontal) el mismísimo 2 de enero, muchos de los cuales aún portando sus trajes de luces (extensiones y todo).
   Así, mientras voy guardando el arbolito, las esferitas y adornos navideños, meditando en todo lo vivido durante las fiestas, mi madre llega a sentarse a mi lado, susurrándome al oído otra vez: Yo de aquí te veo.

1 comentario:

Unknown dijo...

Me encato su blog de: Yo aquí te veo. Puedo ver en mi mente cada imagen que relata. Me fue muy emotiva. Gracias por compartir sus experiencias con todos nosotros.
Un fuerte abrazo!!!!