jueves, 15 de noviembre de 2012

Crónica de Sint Maarten.

Antes que nada, me gustaría mandar un saludo y un profundo agradecimiento a Claudia de la Vega, quien me sugirió comentar el tema que a continuación presentaré.

   Mi crónica del día de San Martín de Tours (Sint Maarten o Lampionnenoptocht.....).
   Como dije la semana pasada en el blog, esta vez habría de pasar un día tradicional holandés, de la forma tradicional holandesa.... Así, fui a la tienda y me conseguí una especie de protector para las velas, ya que quería poner una en la ventana, tal cual dicta la tradición de St Maarten.
   Este año, contrario a los dos años anteriores que he estado en Holanda, fue un día aunque un tanto frío, soleado y sin lluvia (suena a tarugada, pero créanme cuando les digo que en Holanda pueden estar las 4 estaciones en un mismo día y a veces combinarse la lluvia con un sol despampanante).
   El día había transcurrido normalmente y aún cuando a mi marido no le había gustado mucho la idea, estaba trabajando en la cocina de la casa (estamos haciendo remodelación de toda la casa y yo cual general, estoy al pie del cañón evitando que éste vaya a desertar). La tarde iba normal, hasta la pregunta de mi marido:
- Ya tienes listos los dulces?
- Siiii, (muy orgullosa de mi misma) compré una bolsa de mini chocolates, dos de monedas de chocolate y el porta velas.
- Y crees que eso va a ser suficiente?- Me miró con ojos de duda.

Linternas en el desfile de IJsselstein 
   De pronto en mi cabeza apareció la imagen de cientos de niños corriendo por las calles con sus lámparas, pidiendo los dulces que se me iban a terminar y poniendo ojos de decepción... Ohhhh esos ojitos de ternera a medio apachurrar que te miraban diciendo: ¿Cómo pudiste comprar tan poquitos dulces???? ¿cómo???
- ¿Tu creés que no son suficientes?- Pregunté, pero ya no importaba lo que dijera, la duda se había sembrado en mi mente y esos cientos de ojitos decepcionados. ¡¡¡ohhh, esos ojitos!!!! no me dejaban en paz.
   En ese momento dejé a mi marido cargando una estantera doble de la cocina, sin importar que me dijera que la tienda estaría abierta hasta las 8 de la noche. ¡NADA! Yo no podía decepcionar los cientos de niños...
   En la tienda, la sección de dulces parecía película del oeste... sólo se veía pasar esas bolas de ramas que se ven en el desierto. Los dulces, habían sido arrasados por otras personas que se negaban a ver ojitos decepcionados...
   De las pocas bolsas que quedaban, elegí una de surtido mixto rápidamente, porque una señora estaba punto de desenfundar su arma en un duelo por obtener los chocolatitos y aunque dudé si aún así sería suficiente, regresé a casa tan rápido como pude, digo, ya venían las hordas hambrientas de chamacos cantores...
   La vela fue puesta como dicta la tradición, los dulces acomodados en una charola y yo, de regreso con el  marido y la estantera doble que seguía tratando de colgar.
   Mientras mi marido hacía un nuevo hoyo en la pared para poner los sujetadores FIUSHHH!!! la luz se fue. Creo que el pobre había causado un corto circuito en la casa, por lo que nos había dejado en total y absoluta obscuridad.
- Hay que revisar la caja de contactos- ¡No pos si! ¡A veces brilla el canijo! Y mientras aquel iba a la entrada de la casa, yo me arranqué a buscar una lámpara... que no tenemos.
   Si, ya sé, ya sé, es importante que en caso de emergencias tener una... pero no la tenemos, así que me agarré con una lamparita para las bicicletas (en Holanda por ley debes llevar luces cuando vas en bicicleta, por lo que venden unas mini lamparitas de led por algo así como un euro) y fui a la puerta.
- No veo nada- Ahhh! ¿En serio??? Yo que creía que él era como los murciélagos!
   Y apuntando con la lamparita, tratábamos de re conectar la luz... cuando vocecitas y pasitos se escucharon del otro lado de la puerta. La voz de un niño dijo en holandés:
-Aquí si hay alguien, veo luces en la puerta. - Claro! éramos nosotros peleando con los contactos y la mugrienta lamparita que no ayudaba mucho.
  Cuando abro la puerta dos niños: uno de tres y otro de cinco años con sus lamparitas comienzan a cantar...

"Sint maarten, Sint Maarten,
de koeien hebben staarten,
de meisjes trekken rokjes aan
daar komt Sinte Maarte aan"

que más o menos se traduce como:
San Martin, San Martín
Las vacas tienen colas
Las niñas se ponen faldas,
allá viene San Martín...

   Eso era una pesadilla, mi marido peleando con los contactos, yo con la lamparita en la mano, los niños cantando y los papás cantando OTRA canción de Sint Maarten... ¿Y los chocolates???
   La mano de mi marido emerge de la obscuridad con la bolsa de los chocolates y cuando les ofrezco a los niños, cada uno espera muy calmadito, toma UN chocolate, da las gracias y se va. Cuando le ofrezco a los papás, dicen gracias, pero no y se van...
   En mi mente, quedó fija la luz de sus lámparas y de pronto la idea de usarlas para trabajar en la caja de contactos brincó en mi cabecita loca... Ganas no me faltaron de quitarle las lamparitas para tratar de iluminar el sitio, pero ya me imaginaba a los niños y a sus papás en tremenda tremefulca por recuperar los lampionen al más puro estilo de la lucha libre mexicana: técnicos contra Ruda (yo); también me detuvo el imaginarme que muy probablemente saldría al día siguiente en las noticias como una especie de Grinch que quiere acabar con el tradicional Sint Maarten. Así, resistiendo a la tentación, regresé a la mugrienta lamparita junto a mi marido y la luz (que tardó buen rato en arreglarse) regresó.
   Y es aquí cuando uno puede dejar pasar de lado lo que pasó (y no me refiero al posible jaleo): Los niños de forma CALMADITA van uno a uno tomando UN dulce, no más y los padres? No toman la oportunidad de agarrar un dulce (digo, yo les ofrecí).
   Ya recuerdo los años en que, cuando niña pedíamos Halloween (tiempo atrás cuando los dinosaurios regían los dulces o travesuras)... Era la gritadera total y absoluta, corríamos por las calles, gritábamos el queremos Halloween y cuando había dulces, todos querían ser el primero. Esta situación no ha mejorado con los años ya que cada vez son las mismas correteadas y escándalos hasta altas horas de la noche por parte de los niños, igual a cuando yo era niña
   ¿Acaso es porque los niños que van por la calle en Holanda tienden a ser pequeñitos? O quizá porque el papá o la mamá están a tiro de piedra (demasiado cerca) y hay que comportarse? o simplemente los niños son más educados, más calmados o menos desordenados? ni idea, pero de que uno puede percibir esta diferencia, lo puede.
   Aún cuando yo ya había imaginado cientos de ojitos tristes cuando se terminaran los dulces... temo que mi dotación de dulces no bajó gran cosa de como estaba originalmente. Y he aquí que me tocó recibir cátedra de mercadotecnia...
   Como mencioné, pocos fueron los niños que vinieron a la puerta a cantar, no entendía muy bien qué había pasado con los cientos de niños que esperaba, quizá se habían perdido o quizá en mi calle vivimos puros adultos ya madurones y poco o ningún niño.
   Mientras seguíamos revisando qué había causado el apagón y las consecuencias de la tarugada que habíamos hecho, vuelvo a escuchar vocecitas y luego el timbre... Eran una niña de unos 5 años y un niño de aproximadamente 7. La nena comenzó con la canción, mientras el niño no salía de su papel de guarura de Britney Spears (en serio que sólo le faltaban los lentes obscuros!). Eso si, cuando saqué los chocolates, el canijo bien que agarró su dulce (supongo que era su comisión como representante de la Spears) y con aire confiado me pregunta
- Han venido muchos niños a cantar a su puerta?
- No, la verdad es que sólo algunos
- Lo que pasa es que debe abrir sus ventanas paras que los niños veamos que en estos momentos la casa está habitada, además, debería poner una luz en la puerta, porque está muy obscura su entrada, ésto aleja a los niños que quieran cantar en su puerta.
   Y allí estaba yo siendo aleccionada por un guarura enano. La lección mas clara y sencilla de mercadotecnia infantil no pudo ser... ¿Así que ése había sido el error por el cual los cientos de niños cantores no habían acudido a mi puerta???
   En cuanto se fueron dejé entreabierta la cortina y me senté a ver la televisión, pensando en las formas de promover mi producto... Pero la situación no mejoró mucho.

   Esa situación no fue para nada igual a la de una compañera de trabajo de mi marido, quien vive a sólo unas cuadras de nuestra casa, pero más cerca del centro comercial y de la nueva sección de casas del pueblo. Total y absoluto relajo con ella, al punto que uno de los vecinos optó por dejar la puerta abierta antes tan continua presencia de los niños con sus lampionen. Cada que se quería ir a hacer otra cosa, algún chamaco tocaba el timbre y comenzaba con las cancioncitas, así, renunció a intentar alejarse y se sentó en el exterior con la bandeja de los dulces ¡No se vale! Mis cientos de niños cantando fueron interceptados por ellos! ¡Los muy canallas! ¡Fraude! ¡Policía!

   Cuando le comenté a mi marido sobre lo calmados y bien portados que éstos estaban me dijo que no siempre es así (claro, hay de todo en esta villa del señor, pero no es el ataque de los apaches, como en mi rancho), igual hay los niños que arman más escándalo que otros y los que sólo quieren dulces sin hacer el intento de cantar, pero mi marido en eso si es purista: No canción? No snoepje (dulce). Y aunque mi marido es un amor, llega a poner ojos de pistola que hasta a mi me llegan a preocupar.
   Me alegra poder seguir una tradición tan linda como Sint Maarten y espero que el próximo año mi casa tenga mejor raiting respecto a los cientos de niños cantores, pero si no? Mi marido estará más que feliz en comerse los chocolates que han quedado... a cambio de una cancioncita, claro está :-)

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