martes, 27 de noviembre de 2012

Buñuelos u oliebolen?


Cada temporada del año tiene sus tradiciones y una de las que más recuerdo durante el invierno, es la preparación de los buñuelos.
 En casa de mis abuelos paternos, por ser de Michoacán, en esos días, la elaboración de los famosos Buñuelos y el atole blanco era no solo un tradición, sino realmente una obligación. Toda la familia era partícipe de la elaboración. Como toda una clase de historia, aquí se comprendía la división social del trabajo. Cada integrante de la familia tenía un puesto y en cada puesto, había jerarquías que debían ser respetadas.
   Mi abuela era la que hacía la masa y la dejaba reposar.  Siempre era ella, porque era ella quien poseía el conocimiento de la receta, así como de los secretos para que la masa quedara suave y poder estirarlos hasta quedar prácticamente transparentes. Años después, cuando ella ya no estaba, comprendí que también mi padre y madre aprendieron viendo, pero jamás se le quitó el puesto de mando en el rancho.
   Todos veíamos el proceso desde el otro lado de la mesa. La harina, la manteca vegetal, el agua, sus manos iban integrando los ingredientes poco a poco, bajo las miradas curiosas de la nietada (y vaya que éramos bastantes). Luego? hacer bolitas con la masa, que después se engrasaban y luego eran cubiertas con un trapo húmedo para dejar reposar...
   Después de un rato, era la hora de hacerlos. Cada uno iba acomodándose en el puesto que le correspondía. Con los años, podías cambiar de puesto (subir jerárquicamente), bajo la aprobación de la abuela. Pero hasta tener la aprobación, debías practicar en tu puesto, cual si fueras un ayudante en un oficio.
  Mis tías (de edad media) eran las que con el palo para amasar debían extender la masa y luego extendían un poco la tortilla con las manos
Buñuelos y atolito
- Uyyy ¿llamas a eso un círculo???- Risas de todos al ver el esfuerzo de una u otra por que la masa se extienda uniformemente. Parece sencillo, pero la verdad, tiene su maña (truco) hacerlo correctamente.
   Era importante demostrar que se dominaba el oficio de "Toda buena mujer": la cocina. dato curioso? quien mejor extendía la masa era mi tío Temo, que a veces se colaba a ayudar en la elaboración.
   De allí pasaba a las de mayor rango (y normalmente, de edad), mi abuela, mi madre y mi tía Tere eran quienes con un trapo en la rodilla, extendían la tortilla hasta dejarla prácticamente transparente.
   Ese es el tradicional buñuelo michoacano (que igual se hace en casi todo el sur de México) bastante grande y delgado; muy diferente al buñuelo Norteño, que es más gordito, casi como si fuera una tortilla de harina  de trigo (de hecho, para quien no le importe las diferencias, puede intentar freír sus tortillitas de harina y luego agregar la miel). Pero que mi abuelo aborrecía (como buen michoacano), ya que, según él, eso era de "viejas flojas" (¡claro!, ¡como no era el quien tenía que trabajar!).
   Elaborar los buñuelos siempre eran momentos felices, momentos de plática, de bromas entre ellos, muchas veces de doble sentido, que iban endulzando el tiempo de la cocinada.
- ¡Mmmmta no sabes ponerte las medias!¡Las has de tener todas hechas unas garras!- Eran los gritos y risas cuando se llegaba a romper la finísima masa.
   Mi padre era el encargado de hacer que la faena fuera más difícil, ya que era quien preparaba las bebidas. Cada año hacía algo muy parecido a las medias de seda, pero caliente, muy caliente e increíblemente dulce. Esta fue una de las pocas bebidas alcohólicas que yo vi beber a mi abuela, por lo que luego, luego se flameaba con el alcohol y se le veía con mejillas sonrojadas y una sonrisa grande.
   Todos bebían, reían y seguían con la faena, mientras se esforzaban por estirar la bendita masa, hasta dejar círculos perfectos de unos 50 centímetros de diámetro y a veces más grandes.
   De allí, era hora para los jóvenes de "Torear" los buñuelos, es decir, cuidarlos de que no se quemaran mientras se freían, siempre supervisados por algún tío que no quería trabajarle en lo otro, pero que buscaba una excusa para darle "pequeñas" probadas a los buñuelos calientes, recién hechos. Los más pequeños se sentaban junto al cartón donde se guardaban los bueñuelos ya fritos, escurridos y fríos para darle robadas  a éstos y comer hasta el cansancio...
   Una vez terminado todo, mi abuela haría la miel de piloncillo y el atole blanco con que se acompañan...
   El atole era al más puro estilo antiguo sin leche y sin azúcar. Para bajarle lo dulce al sabor de la miel en los buñuelos, que casi se caramelizaban con la espesa miel hecha con piloncillo agua y canela...
   Ahora, viendo hacia atrás, me doy cuenta de que no me gustaban tanto los buñuelos, como me gustaba todo el ajetreo que se hacía para la preparación. Era algo que involucraba a TODA la familia. Abuelos, tíos, tías, nietos y más de una ocasión, hasta los amigos y vecinos del rancho. Era el estar en familia, mi familia.
   En mis visitas a Oaxaca, al sur de México, durante estas temporadas, encontré una tradición bastante rara, (desde mi punto de vista claro está), referente a los buñuelos:
  Resulta que antiguamente, junto a la catedral de Oaxaca, se vendían los buñuelos con miel o azúcar rosa, acompañados con su atolito de nuez, rosa, guayaba o blanco. Buñuelo al estilo sureño: grande y casi transparente, muy rico, la verdad y una vez que terminas de comer, tomas tu plato, pides un deseo para el siguiente año... Y azotas el plato contra la pared.
   Si, el plato debe reventar para que el deseo se haga realidad (al menos eso es lo que te dicen cuando los compras). Convirtiéndose en tremendo acto catártico (dígase que te saca cualquier frustración) no sólo el lanzarlo, sino también el ver cuando se rompe. Los platos, para quien se pregunte, no son los de uso común (porcelanizados), sino los que tuvieron fallas y no pasaron por el proceso completo, pero que igual sirven para el propósito.
   Parte del problema era que se usaban las paredes de la catedral para dicho azotadero de platos, por lo que comenzaron haber varios problemas:
   Primero, que la gente se molestó al considerar una falta de respeto a la iglesia. Luego, que las paredes, poco a poco se estaban dañando por los golpes, dejando marcas en la cantera verde típica de la iglesia. Y por último, como el azúcar lleva colorante vegetal rosa, las paredes estaban siendo manchadas de forma casi permanente al penetrarse en la piedra.
   Actualmente, se sigue haciendo la tradición, pero se instala una pared falsa para que la gente pueda realizar el pedido del deseo y la azotada del plato.
Oliebollen
   Holanda no posee los buñuelos como los mexicanos tenemos o conocemos... En su caso, ellos elaboran en la temporada invernal algo que llaman Oliebollen, cuya traducción sería Bolas de Aceite.
   Antes de que más de uno me diga: ¡¡¡AAAAAASSCOOO!!!. Quiero decir que, no son bolas de puro aceite, sino masa FRITA.
   La masa es preparada con harina, levadura, azúcar y pasas que fueron remojadas en licor o ron (para darle un mayor sabor y suavizarlas antes de freír  y en algunas ocasiones se le llega agregar manzana u otros frutos, pero eso deja de ser la receta TRADICIONAL. Dicha masa es  un tanto más aguada que la de los buñuelos (la cual semeja a las tortillas de harina de trigo), ésta es más como una masa para pastel (bastante pegajosa, si me preguntan). Por lo que se va vertiendo a cucharadas en aceite caliente (de allí su nombre), una vez cocinadas y escurridas, se sirven calientes espolvoreadas con azúcar glass.
   En caso de desear hacerlas, se vende masa pre- hecha (de esa de sólo agregue agua o leche y ya). Donde el único detalle es que hay que esperar algo así como  media hora para que la levadura actúe. Y, para quienes no están en Holanda y me están acusando de móndriga que sólo ando antojando... acá les va la receta (en ESPAÑOL), para las que son más hacendocitas y quieren probarlos. Sólo hay que picarle en la palabra receta y les llevará al link de la receta.
   Para quien está en Holanda y es prófuga del metate, es decir, que no cocinas ni en defensa propia (pero también las que de pronto simplemente te niegas a cocinar), afuera de muchos supermercados así como en algunas plazas, se pueden encontrar carros que venden dichas bolitas y que te ahorran la pena de la preparación, a la vez que te ayudan a calentar las manos cuando caminas entre la nieve. ¡Eet Smakkelijk! (provecho)

5 comentarios:

Believe Creative Studio by Rosie Martinez-Dekker dijo...

mmm olibollen son ricos, pero como nuestros Bunuelos... nada! gracias por el articulo, me hizo recordar ah y antojarme de bunelos y de ollibollen.

Dai dijo...

Wow!!! es increible ver las similitudes, soy de Veracruz y casi lloraba al leer tu relato! Es justo lo q pasa en mi familia al hacer las "hojuelas" ( aqui (alla!) no les decimos buñuelos) en Mexico siempre estoy ansiosa a finales de noviembre por acordar la fecha de cuando haremos las hojuelas, porque claro toda la familia tiene que estar presente!!! :)

Como bien dices, no es tanto el gusto por las hojuelas, sino mas bien por todo el proceso, la reunion, las platicas y la convivencia con la familia! :D

Alba Salgado dijo...

Monica Rosado comentó: Si le pones siroop de los pannekoeken saben a bunuelos originales!

Alba Salgado dijo...

Maru Saenz comentó: Que bonito! Me gustó! Fijate q mi mama si ha llegado a hacer bunuelos con tortilla de harina comprada jijiji floji (teniamos q ser de mty.) Pero mi abuelita hacia unos bunuelos con forma y proceso como el de tu familia solo q al final ella solo loa endulzaba con azucar y canela espolvoreada y champurrado del original bien pesado... jajaja no comias los siguientes 3 dias... q hoy en dia a los regios no les gusta no se por que. Pero son tradiciones mas q la comedera es la convivencia :) definitivamente. Lastima q mi abue ya esta en el cielo y se llevo las tradiciones de la familia. Lo bueno... q haremos nuevas tradiciones nosotros, aunque espero no sean con tortillas de harina compradas... jajaja que bonitos post los tuyos, gracias!

Alba Salgado dijo...

Laura Soto comentó: cualquiera de los dos si me los ponen enfrente...desaparecen! :P hahah